CorSalud 2012;4(2) |
EDITORIAL
PREVENCIÓN SECUNDARIA EN LA
ENFERMEDAD CORONARIA EN 2012:
ANÁLISIS DE ALGUNOS ASPECTOS
MÁS ALLÁ DE LA PRESCRIPCIÓN DE FÁRMACOS
Por:
Dr.
Eduardo F. Mele
______________
Ex
Presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología. Fellow American College of Cardiology. Fellow European Society of
Cardiology. Sanatorio Güemes, Buenos Aires Argentina.
Correo
electrónico: efmele@gmail.com
Palabras clave: ENFERMEDAD DE LA ARTERIA CORONARIA/ PREVENCIÓN
& CONTROL FACTORES DE RIESGO ATEROSCLEROSIS |
Key words: CORONARY ARTERY DISEASE/ PREVENTION &
CONTROL RISK FACTORS ATHEROSCLEROSIS |
Entendemos por normas de prevención
secundaria en enfermedad coronaria, a aquellas medidas terapéuticas,
farmacológicas o no, que se implementan en los pacientes que ya han sufrido un síndrome coronario, con el objetivo de disminuir la
incidencia de muerte y nuevos sucesos en su seguimiento.
Las principales sociedades científicas del
mundo han publicado consensos y guías de prevención secundaria. Podemos
mencionar las del Colegio Estadounidense de Cardiología, la Asociación Estadounidense
del Corazón (ACC/AHA, por sus siglas en inglés), la Sociedad Europea de
Cardiología (ACC/AHA, por sus siglas en inglés) y la Sociedad Argentina de
Cardiología, entre otras1-3.
En la tabla 1 se mencionan las principales
indicaciones que son compartidas por casi todas ellas, con su clase de consenso
y nivel de evidencia que la soporta.
Dentro de las medidas de prevención
secundaria, algunas corresponden al estilo de vida, otras a objetivos
terapéuticos y otras, consisten en la administración de fármacos, que han
demostrado prolongar la sobrevida en diferentes ensayos clínicos multicéntricos aleatorizados de grandes dimensiones.
Tabla 1.
Principales medidas de prevención secundaria recomendadas por los consensos
vigentes (Clase y nivel de evidencia). |
- Cesación tabáquica (IB) |
-
Control de TA < 140/90 ó 130/80 mmHg si diabetes o IRC (IA) |
-
Actividad
física: 30 minutos, 7 días/semana (mínimo 5) (IB) |
-
Peso
corporal: IMC |
-
Colesterol
LDL < 100 mg/dl (IA). Razonable < 70mg/dl (IIa
A). Estatinas y otras. |
-
Diabetes:
HbA1c < 7% (IA) |
-
Antiplaquetarios: AAS |
-
IECA:
En todos los pacientes con FE < 0,40; HTA, diabetes, IRC. (IA). Opcional
en otros (IB) |
-
Betabloqueantes:
Indefinidamente (IA) |
-
Vacunación
antiinfluenza (IB) |
TA:
tensión arterial. IRC: insuficiencia renal crónica. IMC: índice de masa
corporal. AAS: aspirina. IECA: inhibidores de la enzima conversora
de angiotensina. |
Más allá de lo demostrado y ampliamente
conocido sobre el efecto beneficioso del uso de estos fármacos, interesa más
hacer hincapié en otros aspectos que también son fundamentales en cuanto al
pronóstico del paciente en prevención secundaria.
La cesación tabáquica por ejemplo, es la
intervención más potente en la reducción de la muerte total. Se conoce que
dejar de fumar es más efectivo que cualquier otra intervención para prevenir el
primer síndrome coronario, los posteriores y la muerte luego de la cirugía de
revascularización u otro tratamiento cruento3. Por lo tanto,
están ampliamente justificadas las estrategias de cesación tabáquica aplicadas
a los pacientes, luego de un síndrome coronario, medidas que pueden empezar a
implementarse dentro de la unidad coronaria durante la internación.
Dentro de lo que significa el control de los
factores de riesgo, vale la pena detenerse en dos condiciones en las que hay
algunas particularidades referidas al control de los pacientes coronarios.
Ellas son la diabetes y la hipertensión arterial.
¿Cómo
tratar la diabetes?
Con respecto a la diabetes se sabe que es uno
de los factores de riesgo cardiovascular más importantes. Es un hecho conocido
que el pronóstico del paciente no diabético con coronariopatía es similar al
del diabético no coronario, y que a su vez, la diabetes es un factor pronóstico
negativo en el paciente coronario crónico, como se ha demostrado en varios
estudios poblacionales.
Se ha recomendado tradicionalmente un nivel
de control estricto con una hemoglobina glicosilada
menor al 6,5 ó 7 %; sin embargo, algunos estudios recientes como ACCORD, VADT y ADVANCE4-6 han
aclarado algunos aspectos. Ellos fueron
diseñados para demostrar si el tratamiento intensivo de la glucemia con
objetivos de HbA1c < 6,5 % en pacientes de alto riesgo, se traduciría en
reducción de las complicaciones macro y microvasculares.
El ACCORD4
incluyó 10.251 pacientes con antecedentes de diabetes, enfermedad
cardiovascular isquémica, y edades entre 40 y 79 años. En este trabajo se
compararon los resultados de una estrategia de control de glucemia con
objetivos de HbA1c < 6 % versus la
estrategia convencional con HbA1c entre 7 y 7,9 %. Esta investigación debió
suspenderse por un aumento de la mortalidad en la rama agresiva (referido al
tratamiento cruento utilizado) y no se encontraron diferencias entre las dos
estrategias en la incidencia de enfermedades vasculares.
El estudio VADT5,
realizado en 1.791 pacientes, presentó resultados similares al ACCORD, si bien
hubo un aumento de la mortalidad en la rama agresiva, esta no fue
significativa. En el análisis de poblaciones de este estudio, se observó un
beneficio significativo en pacientes con diabetes de menos de 12 años de
evolución.
El estudio ADVANCE6
que incluyó a 11.140 pacientes, tampoco mostró beneficios en establecer una
HbA1c < 6,5 % para la prevención de complicaciones macrovasculares;
sin embargo, hubo reducción de nefropatía y retinopatía, sin encontrarse una
mayor mortalidad por hipoglucemia en la rama agresiva. La población de este
estudio tenía una historia de diabetes de menor duración (8 años).
El metaanálisis de Ray y
colaboradores7, que incluyó al VADT, ACCORD, ADVANCE,
PROACTIV y UKPDS, demostró que una estrategia agresiva sobre la glucemia reduce
en un 17 % los infartos no fatales y en un 15 % los sucesos de enfermedad
coronaria, sin modificar la probabilidad de accidentes cerebrovasculares y la
muerte.
No obstante, a
diferencia de lo observado en la población sin alteraciones vasculares previas,
no todos los pacientes pueden necesitar de una estrategia agresiva. La
hipoglucemia grave, complicación más frecuente en pacientes de edad avanzada,
con trastornos vasculares previos, e historia de diabetes mal controlada y de
larga duración (
En resumen, para
la población diabética con historia de enfermedad vascular, la estrategia
agresiva podría ser beneficiosa y razonable solo en la población joven, con
diabetes de corta duración y evidencia de su buen control. En los pacientes
añosos, con diabetes de larga duración (> 10 años) y evidencia de mal
control glucémico, serían convenientes objetivos menos pretensiosos.
¿Qué
tensión arterial debe tener un paciente coronario crónico?
Con respecto al
control de la hipertensión arterial permanece el debate sobre cuál es el nivel
de tensión arterial con el que debe mantenerse un paciente con coronariopatía.
Las guías tradicionales recomiendan menos de 140/90 ó 130/80 mmHg en el caso de los que presentan diabetes o insuficiencia
renal, con el concepto de “cuanto menos, mejor”. Sin embargo, en los últimos
años varios estudios han puesto en duda este último concepto. Boutitle8
en un metaanálisis de más de 40.000 pacientes
describe que, un descenso de la tensión arterial más allá de ciertos límites
incrementa la mortalidad. Messerli9 en 2006, confirma estos
hallazgos, y en el estudio INVEST9 con más de 22.000
pacientes, se demostró que la mortalidad de los que padecen enfermedad coronaria
tiene una curva en J con respecto a los niveles de tensión arterial; es decir,
que la hipertensión aumenta el riesgo, pero el descenso de la presión por
debajo de ciertos valores, también lo incrementa.
El estudio ACCORD
BP10 en diabéticos no demostró un beneficio adicional al
reducir la presión arterial sistólica a 120 mmHg
sobre mantenerla en 140 mmHg. Cooper11
en un grupo de pacientes coronarios, encontró que el nivel de tensión arterial
entre 130 y 140 mmHg era el que se correlacionaba con
la mortalidad inmediata y alejada, más baja. La mortalidad aumentó
significativamente más allá de 140 mmHg, pero también
tuvo un ligero incremento por debajo de 130. El grupo INVEST encontró que esta
premisa es válida también para los pacientes con coronariopatía después de una
cirugía de revascularización miocárdica, con arteriopatía
periférica y añosos12-14.
Un análisis
retrospectivo del estudio TNT, que fue un ensayo de intervención con estatinas en pacientes, luego de un síndrome coronario
agudo, seguidos durante 5 años, encontró que el nivel de tensión arterial con
mejor pronóstico era de 146,3/81,4 mmHg y que por
debajo de 120/70 se incrementa el riesgo, excepto para los accidentes
cerebrovasculares15.
Se han descrito
varias causas posibles para explicar la curva J. En primer lugar, la hipotensión diastólica puede comprometer el flujo
sanguíneo coronario y causar isquemia miocárdica. Además, una baja presión
diastólica puede acompañar a un incremento de la presión del pulso, que es un índice
de rigidez arterial y un marcador de enfermedad vascular avanzada. Tanto la
presión diastólica como la presión del pulso tuvieron valores predictivos en el
estudio INVEST. La presión sistólica tuvo una asociación más débil.
La hipotensión persistente puede deberse a
una cardiopatía más grave; de igual manera, una baja presión arterial puede
estar relacionada con comorbilidades clínicas subyacentes que incrementan la
morbilidad y mortalidad.
En el Consenso de Prevención de la
Sociedad Argentina de Cardiología se recomienda mantener la tensión arterial
por debajo de 140/90 en pacientes hipertensos con enfermedad coronaria3.
Aspectos
psicosociales
Los pacientes
coronarios tienen características en su personalidad conocidas desde hace mucho
tiempo. Un síndrome coronario agudo es capaz de generar consecuencias sobre el
estado psicológico de los pacientes que deben ser consideradas en su rehabilitación.
Por otra parte, se deben tener en cuenta los aspectos psicosociales que
rodean al paciente. Las reacciones psicológicas que se pueden producir luego de
un síndrome coronario son diversas. La más frecuente es la depresión, que
ocurre en
Diferentes publicaciones han reconocido la
influencia de diversas situaciones sociales colectivas traumáticas sobre la mortalidad
cardiovascular17-21,
como: las guerras, los ataques terroristas, los desastres naturales,
las crisis económicas, entre otras.
En nuestro país se ha investigado este
fenómeno con relación a las dos últimas grandes crisis económicas que afectaron
a nuestra sociedad, en 1995 y 2001, de ahí que se correlacione la evolución de
la mortalidad cardiovascular con la del producto bruto interno (PBI) desde
Actividad
física
Otro aspecto a promover en el paciente en
prevención secundaria es el ejercicio físico, pues son bien conocidos sus
efectos beneficiosos. Básicamente son: la mejoría de la capacidad funcional,
del perfil lipídico (aumento de las lipoproteínas de alta densidad, y
disminución de triglicéridos), de la presión arterial y un mejor control
glucémico en los diabéticos. Por otra parte, se le adjudica un efecto de
reducción en la inflamación, una mejoría en el precondicionamiento
isquémico, en la función endotelial y la fibrinólisis. Además, la práctica de
actividad física ayuda psicológicamente a los pacientes16.
Pese a lo ante dicho, se discutió durante mucho tiempo si la rehabilitación
cardiovascular mejoraba o no el pronóstico de los pacientes. El metaanálisis de Taylor23 evidenció que
dicho beneficio existe. Se encontró una disminución de colesterol de 14,3
mg/dl, de triglicéridos de 20,4 mg/dl, de la tensión arterial de 3,4 mmHg y una reducción de la mortalidad con un coeficiente de
probabilidades (OR, por sus siglas en inglés) de 0,8.
El enfoque ideal del paciente en prevención
secundaria es integral, y se han implementado diferentes planes que incluyen o
no al ejercicio; de igual manera, se ha
encontrado también en metaanálisis que pueden
provocar una leve disminución de sucesos patológicos a largo plazo. Estos
planes forzosamente deben incluir una adecuada categorización del paciente, su
asesoramiento nutricional y el control del peso corporal; la vigilancia de la
presión arterial y los lípidos; el tratamiento de la diabetes, de acuerdo a las
normas y, por supuesto, la cesación tabáquica; en caso de que el paciente
mantenga este hábito, se debe iniciar un plan de actividad física y en los
casos necesarios, la contención psicosocial24,25.
Dada
la elevada prevalencia de la enfermedad coronaria son una minoría los pacientes
que pueden ser incluidos en planes organizados de prevención secundaria, pero
la consulta médica puede y debe ser el ámbito donde el profesional dé a su
paciente las pautas a seguir. El limitado tiempo que se otorga a la consulta en
la mayor parte de los sistemas de salud, es muchas veces un obstáculo para
llevar adelante esta tarea, que sin duda, además de beneficiar al paciente, es
costo-beneficiosa para el sistema ya que se pueden prevenir internaciones
hospitalarias y tratamientos de alto costo.
Adherencia
a los tratamientos
Uno de los desafíos más importantes en la
prevención secundaria es conseguir la adherencia de los pacientes a los
tratamientos indicados. La falta de adherencia obedece a causas múltiples y ha
sido objeto de análisis26,27. Es un
hecho conocido, por ejemplo, el escaso número de pacientes hipertensos que
realmente tienen su tensión arterial por debajo de los valores máximos
establecidos.
Los registros EUROASPIRE de la Sociedad
Europea de Cardiología revelan datos interesantes. El registro EUROASPIRE III28,
por ejemplo, realizado entre 2006 y 2007 en una población de 8.966 pacientes
con síndromes coronarios previos, mostró que la tasa de tabaquismo era superior
al 10 %; la de sobrepeso y obesidad mayor al 30 %, cercana al 50 % si tomamos
la obesidad central; la de hipertensión mayor al 50 % y la de
hipercolesterolemia cercana a esa cifra. Cuando se comparó este registro con
los EUROASPIRE I y II29, realizados entre 1995 y 1996 el I, y
entre 1999 y 2000 el II, se encontró que solamente la hipercolesterolemia había
descendido progresivamente, mientras que la hipertensión y el tabaquismo se
mantenían estables, y se notó un incremento en la prevalencia de diabetes y
obesidad en el último revelamiento. Con respecto a los fármacos, el 80 % de los
pacientes recibía efectivamente antiplaquetarios y
alrededor del 70 %, estatinas y betabloqueantes. Se
atribuyó el descenso en los niveles de colesterol a la difusión del uso de estatinas a lo largo de los períodos analizados, pero
resulta evidente que no hubo un cambio de hábitos entre los pacientes en
prevención secundaria a lo largo de más de 10 años, sino que por el contrario,
los desórdenes atribuibles al tipo de alimentación crecieron.
Otros estudios de la vida real revelan
resultados aún más desalentadores. Por ejemplo, Ho et al.30
encontraron en una población de pacientes postinfarto
que el 34 % de aquellos a los que se les prescribieron estatinas,
betabloqueantes y aspirina, interrumpieron al menos una medicación, y el 12 %
las tres, luego de un mes del egreso hospitalario; mientras que a los 12 meses
sólo la mitad de ellos seguía recibiendo las 3 medicaciones. Este hallazgo tuvo
su correlación clínica: cada fármaco suspendido implicó un aumento en el riesgo
de muerte entre 1,82 y 2,86; lo que se pudo quintuplicar en el caso del
abandono completo del tratamiento.
La falta de adherencia a los tratamientos
responde a varias causas. Muchas de ellas tienen que ver con el escaso
conocimiento, por parte del paciente, de los reales beneficios que aportan en
la evolución clínica los cambios en los hábitos y el cumplimiento de la
medicación. La consulta médica, a través de una adecuada relación
médico-paciente, es el momento más importante para ese fin, ya sea durante la
internación por su enfermedad o en el seguimiento ambulatorio. También son muy
útiles las campañas públicas de divulgación, que resultan particularmente
importantes en la prevención primaria.
El nivel social, educativo, cultural y
económico de los pacientes es determinante en la adherencia. Niu y colaboradores31, en China,
describieron cómo el consumo de aspirina, betabloqueantes, estatinas,
inhibidores de la enzima conversora de angiotensina
(IECA) y clopidogrel, tienen una diferente
correlación con el nivel socioeconómico de los pacientes. En el caso de los
betabloqueantes, IECA y aspirina, la diferencia entre el estrato social más
bajo y más alto, si bien existió, fue más reducida que en el caso de los
medicamentos más caros, como el clopidogrel y las estatinas. En el nivel socioeconómico más alto, el uso de estatinas duplicó al nivel más bajo, mientras que el uso de
clopidogrel fue 6 veces mayor.
La accesibilidad del paciente al medicamento
es determinante. Estudios poblacionales han demostrado que los pacientes que tienen restricciones o
cupos para la provisión de medicamentos tienen menor adherencia a los
tratamientos para la hipertensión, la hiperlipidemia y la diabetes. Además, en
los sistemas con límites en la provisión de medicamentos los pacientes tienen
peor control de sus variables (por ejemplo, lipoproteínas de baja densidad e
hipertensión arterial), tienen más visitas a Emergencias y más internaciones no
programadas .En algunos casos, cambios en la cobertura o aumentos del copago se asociaron con hasta el
doble de incidencia de abandono de las estatinas32.
Se ha
postulado que la adherencia a los tratamientos conlleva a un mayor gasto en
medicaciones, pero un menor gasto médico en la evolución; una evaluación
reciente constató que la alta adherencia a las estatinas
se asoció con mayores gastos de farmacia y menos costos médicos, pero después
de varios años de seguimiento el costo final al sistema fue el mismo, con
adherencia o sin ella. De todas maneras la adherencia es costo-beneficiosa o
neutral para los sistemas de salud26.
El
estudio de epidemiología prospectiva urbana y rural (PURE, por sus siglas en inglés)33, publicado
recientemente, enroló entre los años 2003 y
Como se observa, la diferencia de los
países de alto nivel con respecto a los demás es muy importante y la variable
de más alta correlación con la adherencia a los tratamientos, fue el nivel
socioeconómico poblacional. Pese a ello, el análisis del nivel de adherencia de
las poblaciones de más alto poder adquisitivo dista de ser el ideal, lo que
evidencia la influencia de otras razones, principalmente educativas, de falta
de campañas gubernamentales, entre otros factores.
Conclusiones
En
síntesis, podríamos concluir que las normas de prevención secundaria existen,
están consensuadas y basadas en la evidencia; sin embargo, la adherencia a las
recomendaciones y tratamientos no es satisfactoria. Está influida por factores
médicos, culturales, psicológicos, sociales y económicos. Estos aspectos
deberían considerarse en los planes de prevención secundaria y rehabilitación.
Además,
se ha demostrado la relación inversa entre la adherencia y las complicaciones
en la evolución después de un síndrome coronario, cuanto mejor adherencia,
mejor evolución.
Un
aumento de la adherencia a los tratamientos requiere un esfuerzo conjunto de
médicos y autoridades de Salud Pública para la difusión de las normas y la
concientización de la población. En ese sentido, las Sociedades Científicas
tienen un papel preponderante en la confección y divulgación de estas
recomendaciones ante médicos, estado y comunidad en general.
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