CorSalud 2012;4(1)
EDITORIAL
FACTORES DE
RIESGO CARDIOVASCULAR, UNA EPIDEMIA ¿PREVENIBLE?
Por:
Dra. Amelia Carro
______________
Especialista en Cardiología. Servicio de Cardiología.
Hospital Universitario Central de Asturias. Oviedo.
España. Correo electrónico: achevia@gmail.com
Palabras
clave: FACTORES DE RIESGO ATEROSCLEROSIS ENFERMEDAD DE LA
ARTERIA CORONARIA PREVENCIÓN Y CONTROL |
Key words: RISK FACTORS ATHEROSCLEROSIS CORONARY ARTERY DISEASE PREVENTION AND
CONTROL |
Los profesionales dedicados al
tratamiento de las enfermedades cardiovasculares se encuentran razonablemente
sensibilizados sobre la responsabilidad que representa asumir las imprescindibles
tareas de prevención secundaria en el seguimiento de los pacientes con
cardiopatías. Sin embargo, los datos nos demuestran que esto no siempre se
traduce en un adecuado control terapéutico1-5.
Resultados del registro EUROASPIRE-III1
indican que los pacientes con cardiopatía isquémica no sólo tienen una elevada
prevalencia de factores de riesgo (FR) coronario, sino que el control de estos
es muy pobre. Aunque el tratamiento de los pacientes con esta enfermedad se va
acercando, cada vez más, a las recomendaciones basadas en la evidencia de las
sociedades científicas, todavía dista de ser el deseable2-5. Algunos datos indican que el correcto control de
los FR tras un infarto agudo de miocardio mejora la evolución clínica a largo
plazo6, y también que
muchos de estos pacientes pueden beneficiarse con programas de rehabilitación
cardíaca muy poco utilizados, de manera general7.
Sin embargo, enfatizar únicamente en
la importancia de controlar los FR en la prevención secundaria, implica considerar
como bueno el hecho de llegar siempre demasiado tarde. De hecho, y quizá
de forma paradójica, nuestra implicación en el ámbito de la prevención primaria
es todavía mucho menor.
Es importante resaltar algunos
aspectos relacionados con la implementación de medidas preventivas en la
población general8-10.
Debido a su enorme impacto, es lógico centrar los esfuerzos en prevenir la
aparición de las enfermedades derivadas de la aterosclerosis, en general, con
manifestaciones en múltiples lechos vasculares, y de la cardiopatía isquémica,
en particular. Es indiscutible que la prevención representa una estrategia
prioritaria. Sin embargo, frecuentemente la realidad asistencial cuestiona la
eficacia real de las medidas dirigidas a garantizar la aplicación de los
conocimientos disponibles a la práctica clínica8-10.
Aterosclerosis y factores de
riesgo cardiovascular
Las estrategias preventivas se
basan, fundamentalmente, en que la enfermedad aterosclerótica se desarrolla de
forma silente, lentamente progresiva desde edades muy tempranas, y que su
primera manifestación puede manifestarse de forma súbita en un suceso
irreversible: muerte o infarto de miocardio8.
A partir de ese momento, cualquier esfuerzo terapéutico será, en el mejor de
los casos, paliativo. Los FR no solo son elementos clave en todo el proceso
aterosclerótico, sino que, además, generalmente son «modificables», y su
adecuado control reduce drásticamente la aparición de sucesos cardiovasculares
adversos8.
Los estudios de Framingham
establecieron hace seis décadas, el trascendental papel de los FR en el
desarrollo de la cardiopatía isquémica11.
Recientemente, el estudio INTERHEART12
ha analizado, en una población de 15.152 casos y 14.820 controles, provenientes
de 52 países, cuáles eran los factores «modificables» del riesgo de tener un
infarto de miocardio. El tabaco, la dislipidemia, la diabetes, la hipertensión
arterial (HTA) y la obesidad, fueron predictores de esta complicación; mientras
que la ingestión de frutas y verduras, la actividad física y el consumo de
alcohol tenían un efecto protector12.
Estos factores no sólo explican más
del 90 % del riesgo de padecer un infarto de miocardio, sino que, además,
tienen un claro efecto acumulativo. Por otro lado, a pesar de su enorme interés
fisiopatológico, muchos parámetros analíticos o genéticos relacionados con la
inflamación o la trombogenicidad vascular, no han
logrado mejorar la capacidad de predicción aportada por el estudio de los
factores de riesgo clásicos13.
Algo similar ocurre con los denominados FR emergentes.
De forma aproximada, pero muy
gráfica, podemos decir que menos de la mitad de los individuos que presentan
algún FR conoce su diagnóstico, que menos de la mitad de ellos recibe un
tratamiento específico y, a su vez, que menos de la mitad de los que son
tratados, alcanzan los objetivos terapéuticos recomendados por las guías de
práctica clínica8-10,14-16.
En este sentido, es evidente que todavía nos queda un largo camino por
recorrer.
Investigaciones recientes, en niños
y adolescentes, resaltan la alta prevalencia de FR, como la
hipercolesterolemia, el sedentarismo y el sobrepeso17-21. Algunos estudios longitudinales realizados en posgraduados
universitarios también reflejan el agravamiento de muchos de estos factores con
el paso a la edad adulta22-26.
Los datos obtenidos en amplios estudios de población laboral tampoco son muy
alentadores27,28.
Finalmente, los cambios demográficos afectan significativamente a su
distribución etaria y se deberán tener en cuenta en las previsiones futuras, ya
que la prevalencia de sedentarismo, obesidad, HTA, hipercolesterolemia y diabetes,
aumenta significativamente con la edad8-10,25.
Aunque en las sociedades desarrolladas se ha conseguido una franca reducción de
las cifras de presión arterial y colesterol, la prevalencia de obesidad y
diabetes sigue aumentando8-10,25.
Factores de riesgo: situación
actual
Es bueno recordar que cualquier
incremento en las cifras de presión arterial, incluso dentro de los valores
considerados como normales, se asocia a una mayor morbilidad y mortalidad8,9. En una cohorte de
graduados universitarios, la incidencia de HTA fue relativamente alta, y la
probabilidad acumulada de recibir un diagnóstico médico de HTA a los 65 años
fue del 50 % en mujeres y del 70 % en varones26. Este hecho se ve agravado por el inadecuado control
de la presión arterial, que habitualmente se encuentra en la clínica14-16. En este punto, el
objetivo terapéutico dependerá, fundamentalmente, de la severidad de la
hipertensión y del grado de afectación de los órganos diana8,9.
También es bien conocida la
trascendencia de controlar la concentración de colesterol, tanto en la prevención
primaria, como en la secundaria. Una vez más, diversos estudios han demostrado
que en la práctica clínica muchos pacientes no alcanzan los valores lipídicos
recomendados8,14-16. Esto
es especialmente llamativo porque actualmente disponemos, dentro de nuestro
arsenal terapéutico, de fármacos hipolipemiantes
potentes, seguros, eficaces, y de evidencia demostrada, como es el caso de los efectos
beneficiosos de las estatinas, tanto en pacientes con
hiperlipemias, como en aquellos con enfermedad
coronaria8. Uno de los
efectos terapéuticos más espectaculares, recientemente demostrado, es la
capacidad del tratamiento hipolipemiante agresivo
(dosis altas de estatinas) para frenar la progresión,
e incluso revertir el volumen de placa de ateroma en plazos de tiempo
sorprendentemente cortos29,30.
Los efectos perjudiciales del
consumo de cigarrillos son incuestionables, y se ha demostrado de forma
fehaciente que dejar de fumar es la medida más beneficiosa tras sufrir un
acontecimiento coronario, con una reducción de la mortalidad del 38 y del 43 % de episodios
coronarios no fatales respecto a los que siguen fumando31,32. Sin embargo, el tabaquismo continúa siendo uno de
los FR menos abordados por los profesionales sanitarios. Los resultados del
EUROASPIRE III evidencian, que sólo un 34,6 % de los fumadores recibe consejo
médico para el cese de este hábito; y la derivación
a unidades especializadas o tratamiento farmacológico acontece en solo el 14,3 %
de los casos33.
El sedentarismo constituye una de
las causas prevenibles más importantes de muerte y, de hecho, se ha demostrado
una relación lineal inversa entre la cantidad de la actividad física realizada
y la mortalidad por cualquier causa34.
En concreto, la participación en una actividad física regular, disminuye el riesgo de enfermedad
cardiovascular y de diversos factores de riesgo34. Durante la última década se ha generado una
importante información sobre el beneficio del deporte en niños, adolescentes y
ancianos. Las recomendaciones recientes proponen que los hombres realicen, al
menos, 30 minutos al día actividad física de intensidad al menos moderada, y
los niños una hora, preferiblemente todos los días de la semana34. La realidad dista
bastante de las recomendaciones, con porcentajes de adolescentes físicamente
inactivos de hasta el 41 %17,
aún superiores para el sexo femenino, y una marcada tendencia hacia un
empeoramiento de esta situación17,18.
Es importantísimo, por tanto, promover programas de actividad física en la
infancia y la adolescencia, así como evitar los estilos de vida obesogénicos34. El creciente
sedentarismo de la población parece estar implicado en la actual pandemia de
obesidad y en el aumento del síndrome metabólico34.
La mayor prevalencia de sobrepeso y
obesidad determinará un aumento de la diabetes mellitus tipo 2, con las
conocidas complicaciones cardiovasculares asociadas8,9. La importancia de la obesidad abdominal y, por
tanto, de medidas antropométricas como el perímetro abdominal, además del
índice de masa corporal, ha sido bien establecida35. Sabemos que el riesgo cardiovascular prácticamente
se duplica en pacientes con síndrome metabólico, y algunos estudios indican que
los pacientes que aglutinan un mayor número de FR metabólico tienen un
pronóstico especialmente adverso36.
A su vez, la diabetes también está adquiriendo proporciones epidémicas. Esto
nos afecta muy de cerca, ya que dos tercios de los pacientes diabéticos
fallecen de afecciones cardiovasculares. Una revisión sistemática confirma que,
particularmente en las mujeres, la diabetes tipo 2 confiere un riesgo
cardiovascular similar a la presencia de enfermedad coronaria37. Nunca se insistirá lo
suficiente en la importancia de obtener un estricto control de los FR en los
pacientes diabéticos, especialmente, mujeres9. También se debe considerar el tiempo de evolución de
la diabetes y la presencia o ausencia de microalbuminuria8,9,33.
Conclusiones
Las enfermedades cardiovasculares
son la primera causa de muerte en el mundo. A partir de los años 1950, amplios
estudios de cohortes descubrieron los factores más importantes en el desarrollo
de la enfermedad aterosclerótica. En paralelo, comenzaron las intervenciones en
sanidad pública para disminuir las complicaciones cardiovasculares, mediante la
reducción de dichos factores en la población general, lo que demostró el papel determinante de la
prevención cardiovascular. Medio siglo más tarde, no sólo está aumentando la
prevalencia de FR individuales, sino también aquellos que se presentan de forma
simultánea (por ejemplo, síndrome metabólico). Una vez alcanzados niveles de
prescripción prácticamente óptimos, y a pesar de que aún existen prometedoras
medidas farmacológicas contra la obesidad, la diabetes y el tabaquismo, está
claro que el énfasis debe centrarse en intervenciones multifactoriales, que
inculquen estilos de vida más
cardiosaludables e implementen medidas no farmacológicas desde edades tempranas
de la vida8-10.
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