CorSalud 2011;3(4)

 

 

CASO CLÍNICO

 

 

RELEVANCIA DEL DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL ENTRE EL SÍNDROME AÓRTICO AGUDO Y EL SÍNDROME CORONARIO AGUDO EN PACIENTES CON DOLOR TORÁCICO Y CRISIS HIPERTENSIVA: REVISIÓN A PROPÓSITO DE 2 CASOS

 

 

Por:

 

Dr. Jose Antonio Linares Vicente, Dr. Borja Simó Sánchez, Dra. María Pilar Portero Pérez y Dr. José Ramón Ruiz Arroyo.

 

Sección de Cardiología Intervencionista y Hemodinámica. Servicio de Cardiología. Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa. Zaragoza. España.

 

 

Resumen

 

El síndrome aórtico agudo es un proceso patológico de baja incidencia en comparación con el síndrome coronario agudo, aunque con peor pronóstico a corto plazo, razón por la cual su diagnóstico precoz y tratamiento urgente son esenciales para la evolución favorable del paciente.

Las alteraciones electrocardiográficas sugestivas de isquemia miocárdica, de evolución aguda, son poco frecuentes en el síndrome aórtico agudo, aunque en presencia de un dolor torácico sugestivo y cifras elevadas de presión arterial, un adecuado diagnóstico diferencial cobra suma importancia, ya que la administración de anticoagulación y antiagregación a altas dosis puede tener un impacto dramático en la evolución del paciente. Se presentan 2 casos clínicos en los que las alteraciones electrocardiográficas determinaron la conducta a seguir en pacientes con síndrome aórtico agudo.

 

 

Abstract

 

Acute aortic syndrome is a pathological process with low incidence compared with acute coronary syndrome, although with a worse prognosis in the short term, which is why its early diagnosis and urgent treatment are essential to the favorable evolution of the patient.

Electrocardiographic changes suggestive of myocardial ischemia, with acute evolution, are rare in acute aortic syndrome. Even in the presence of a suggestive thoracic pain and high levels of blood pressure, an adequate differential diagnosis is of utmost importance, since the administration of anticoagulation and antiplatelet therapy in high doses can have a dramatic impact on patient outcome. Two cases are presented in which electrocardiographic changes determined the action to take in patients with acute aortic syndrome.

 

Palabras clave:

SÍNDROME AÓRTICO AGUDO

SÍNDROME CORONARIO AGUDO

HIPERTENSIÓN MALIGNA

Key words:

ACUTE AORTIC SYNDROME

ACUTE CORONARY SYNDROME

HYPERTENSION, MALIGNANT

 

 

Introducción

 

A pesar de tener una similar presentación clínica, el síndrome aórtico agudo es un proceso patológico de baja incidencia en comparación con el síndrome coronario agudo, aunque con peor pronóstico a corto plazo, razón por la cual su diagnóstico precoz y tratamiento urgente son esenciales para la evolución favorable del paciente.

Las alteraciones electrocardiográficas sugestivas de isquemia miocárdica, de evolución aguda, son poco frecuentes en el síndrome aórtico agudo, aunque en presencia de un dolor torácico sugestivo y cifras elevadas de presión arterial, un adecuado diagnóstico diferencial cobra suma importancia, ya que la administración de anticoagulación y antiagregación a altas dosis puede tener un impacto dramático en la evolución del paciente. Se presentan 2 casos clínicos en los que las alteraciones electrocardiográficas determinaron la conducta a seguir en pacientes con síndrome aórtico agudo.

 

 

CASO 1

 

Hombre de 74 años, con antecedentes personales de hipertensión arterial (HTA) y tratamiento con diltiazem, que presenta fibrilación auricular crónica y para ello tiene terapia antitrombótica con acenocumarol. Acude al Servicio de Urgencias refiriendo, desde hacía varias horas, dolor centrotorácico de aparición brusca y en reposo, irradiado a espalda y hombros, acompañado de sudoración fría profusa, y cifras de presión arterial elevadas (170/120 mmHg). No presentaba signos de focalización neurológica. En el electrocardiograma (ECG) se apreciaba fibrilación auricular con respuesta ventricular media de alrededor de 90 latidos por minuto e infradesnivelación del segmento ST, y onda T negativa de V3 a V6 (figura 1A). La radiografía de tórax mostraba ensanchamiento mediastínico. El dolor no mejoraba claramente con la administración de nitritos sublinguales, aunque sí cedía con metamizol y tramadol intravenosos.

La seriación de enzimas de necrosis miocárdica fue negativa, aunque dada la tipicidad del dolor y los hallazgos electrocardiográficos previamente desconocidos, se decidió ingreso hospitalario con el diagnóstico de síndrome coronario agudo sin elevación del segmento ST (SCASEST), y se administró aspirina y clopidogrel. En los estudios de laboratorio, al ingreso, destacaban una anemia normocítica leve (hemoglobina: 12 gr/dl), actividad de protrombina en el límite inferior de la normalidad (44 %, INR: 2) y un dímero D discretamente elevado (914 ng/ml). La ecocardiografía mostraba un ventrículo izquierdo hipertrófico, con función sistólica conservada, sin alteraciones segmentarias de la contractilidad y sin trastornos valvulares.

Durante las primeras horas de ingreso el paciente presentó varios episodios de dolor torácico de similares características al que había motivado el ingreso, con cifras elevadas y fluctuantes de la presión arterial (de hasta 220/120 mmHg), a pesar del tratamiento antihipertensivo con enalapril, diltiazem y torasemida. Ante la sospecha clínica y radiológica de síndrome aórtico agudo se solicitó una tomografía axial computarizada (TAC) urgente, que evidenció un hematoma aórtico desde la aorta ascendente hasta la descendente (después del origen de la subclavia izquierda), que involucraba el cayado aórtico, contenido en un engrosamiento fibroso de la serosa (figuras 1B y 1C, flechas blancas). No se identificó disección de pared, ni colgajo o despegamiento de la íntima en el trayecto aórtico afectado; ni se apreció comunicación del trombo con la luz arterial.


 

Figura 1. ECG con descenso del segmento ST y onda T negativa de V3-V6 (A), y TAC, con evidencia de un hematoma aórtico que involucra al cayado (B) y las aortas ascendente y descendente (C, flechas blancas).

 

El caso fue valorado por el Servicio de Cirugía Cardíaca, el cual desestimó la intervención quirúrgica, debido al amplio trayecto aórtico afectado por el hematoma y las elevadas morbilidad y mortalidad asociadas a la cirugía de recambio de arco aórtico. El paciente fue trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos, donde se procedió al control estricto de las cifras de presión arterial media en torno a 80 mmHg, mediante la combinación intravenosa de nitroprusiato y labetalol, y normalización de la actividad de protrombina, mediante la administración de vitamina K intravenosa.

Los episodios de dolor torácico cedieron durante las siguientes 48 horas. Una nueva TAC a las 72 horas, descartó la progresión anatómica del hematoma. Durante el ingreso no se apreció descenso en las cifras de hemoglobina o hematócrito. El paciente pudo ser egresado del hospital tras sustituir la medicación intravenosa por atenolol, enalapril, y torasemida, y retirar el tratamiento con acenocumarol.

Al mes de seguimiento se realizó una coronariografía que confirmó la ausencia de lesiones coronarias significativas. Cuatro meses después del proceso agudo, el paciente permanece asintomático, en clase funcional I de la Asociación del Corazón de Nueva York (NYHA, por sus siglas en inglés), sin más episodios de dolor torácico, y con el mismo tratamiento oral indicado al alta hospitalaria.

 

 

Discusión

 

El hematoma intramural aórtico representa alrededor del 5 % de los casos de síndrome aórtico agudo1,2. Se trata de una hemorragia contenida dentro de la capa media de la pared aórtica, y aunque su patogenia es dudosa, se postula que el fenómeno inicial es una ruptura de los vasa vasorum de la media externa, que se extiende hacia la adventicia. Se distingue de la disección aórtica típica por la ausencia de desgarro de la íntima o comunicación directa entre la capa media y la luz aórtica3.

Paralelamente a nuestro caso, la mayoría de los pacientes afectados presentan edad avanzada y antecedentes de HTA4, y durante la fase aguda presentan un dolor centrotorácico irradiado a hombros, con cifras elevadas de presión arterial o labilidad de esta5. El hematoma intramural no se acompaña de alteraciones del ritmo ni electrocardiográficas significativas, salvo que involucre el ostium de salida de las arterias coronarias6, por lo que las alteraciones de la repolarización presentes en el ECG de nuestro paciente se podrían atribuir a una sobrecarga crónica de presión e hipertrofia ventricular izquierda, debido a la HTA crónica.

La técnica más sensible y específica para su diagnóstico es la TAC, en la que se puede observar imágenes similares a las encontradas en el caso que presentamos: un engrosamiento a lo largo de la pared aórtica en forma de media luna de alta atenuación, sin evidencia de desgarro de la íntima, falsa luz o úlcera ateroesclerótica3. Debido a que el hematoma no provoca alteraciones en la luz del vaso, la aortografía es una técnica de escasa rentabilidad en estos casos1,7.

La evolución natural del hematoma intramural aórtico no es bien conocida8, aunque en este caso el tratamiento anticoagulante y antiagregante intensivo administrado, dada la confusión diagnóstica planteada por el ECG, pudo haber magnificado una hemorragia, originalmente, de menor cuantía y extensión, que la observada. La afectación de la aorta ascendente confiere una alta mortalidad a corto plazo (hasta del 80 % a los 30 días)5, y hasta en un 16 % de los pacientes puede degenerar en disección aórtica manifiesta, incluso meses después de la presentación inicial7,8, por lo que el tratamiento quirúrgico es de primera elección en estos casos.

Los hematomas intramurales pueden mostrar su regresión con el tiempo, o incluso resolverse por completo en el seguimiento1, por lo que el tratamiento médico basado en el control estricto de las cifras de presión arterial puede ser una opción terapéutica aceptable5. A diferencia de lo recomendado para los casos de disección aórtica, en donde los betabloqueantes son el fármaco de elección para el control de la presión arterial; en el hematoma aórtico no existe ningún dato sobre el grupo farmacológico más adecuado para conseguir este objetivo. Tampoco existen datos que correlacionen categóricamente la regresión del hematoma mural con un control más estricto de la presión arterial, aunque los datos morfológicos obtenidos por las diferentes técnicas de imagen en el seguimiento sugieren esta evolución9.

Tal y como ocurría en el caso de nuestro paciente, debido a su fibrilación auricular crónica, el hematoma aórtico se puede asociar a la necesidad de un tratamiento crónico con anticogulantes orales. A pesar de que no existe evidencia científica para interrumpir el tratamiento anticoagulante, este hecho es una práctica común ante esta enfermedad. Sin embargo, hay descritas pequeñas series de pacientes en donde se ha demostrado que el tratamiento anticoagulante no presenta ningún impacto en la evolución clínica o morfológica de los hematomas intramurales10.

 

CASO 2

 

Hombre de 77 años, con antecedentes personales de HTA y tratamiento con enalapril. Es valorado en su domicilio por presentar dolor centrotorácico súbito en reposo, irradiado a ambos brazos, de 60 minutos de duración, con importante cortejo vegetativo y cifras elevadas de presión arterial (190/100 mmHg). El ECG mostraba bradicardia sinusal e imagen de lesión subepicárdica y ascenso del segmento ST de hasta 5 milímetros de V2 a V6, DI, aVL y aVR (figura 2A). Ante el diagnóstico de un síndrome coronario agudo con elevación del segmento ST, se instauró tratamiento prehospitalario con terapia fibrinolítica (tenecteplasa), heparina no fraccionada, aspirina, clopidogrel y nitritos intravenosos, y se trasladó al paciente a la Unidad de Cuidados Intensivos de su hospital de referencia. Al ingreso se encontró anemia (hemoglobina: 10.3 gr/dl), elevación de marcadores de necrosis miocárdica (troponina I: 46,3 ng/ml) y del dímero-D (1412 ng/ml).

La evolución fue desfavorable y el paciente presentó infarto agudo de miocardio Killip IV, con persistencia de la imagen de lesión subepicárdica y aparición de onda Q en V1-V3, DI y aVL, pasados 90 minutos de la administración de la terapia fibrinolítica (Fig. 1); y desarrollo de shock* cardiogénico con hipotensión arterial franca (70/30 mmHg), que precisó de la administración de fármacos vasoactivos (dopamina y dobutamina) e intubación orotraqueal y ventilación mecánica. El ecocardiograma transtorácico evidenciaba hipocinesia marcada y extensa ántero-lateral, con una función sistólica extremadamente disminuida sin apreciarse imagen de derrame pericárdico. Se solicitó coronariografía de rescate urgente al centro de referencia con disponibilidad de sala de hemodinámica: la arteria coronaria derecha era dominante sin lesiones angiográficas significativas, no se consiguió cateterizar la coronaria izquierda, y la inyección de contraste en el bulbo aórtico mostró retención de este, sugestivo de disección aórtica, por lo que se realizó una aortografía suprasigmoidea que puso de manifiesto el diagnóstico de disección a nivel de la raíz aórtica (Fig. 2B y 2C, flechas blancas), que involucraba el ostium de la arteria coronaria izquierda, sin posibilidad de visualización ni cateterización de esta (flecha negra).

 

Figura 2. ECG con lesión subepicárdica ántero-lateral extensa (A) y aortografía en 2 proyecciones, que evidencia la disección aórtica (B y C, flechas blancas), sin visualizarse subselectivamente la coronaria izquierda (flecha negra).

 

Se comentó el caso con el equipo de Cirugía Cardíaca, y se desestimó la intervención quirúrgica, debido a la alta mortalidad relacionada con la situación hemodinámica del paciente.

Su evolución fue desfavorable a pesar del soporte ionotrópico, y se mantuvo el síndrome de shock cardiogénico por disfunción sistólica a pesar del soporte farmacológico, con gran elevación de marcadores de necrosis miocárdica (creatinfosfokinasa: 8248 UI/L), desarrollo de acidosis metabólica, oligoanuria mantenida sin respuesta al tratamiento diurético e hipoxemia progresiva, a pesar de la optimización de los parámetros de ventilación mecánica. En ningún momento se apreció derrame pericárdico significativo con repercusión hemodinámica. No se evidenció clínica neurológica compatible con progresión ascendente de la disección aórtica. El paciente falleció debido a disociación electromecánica en las primeras 24 horas tras el ingreso en el centro hospitalario.

 

 

Discusión

 

La disección aórtica es una enfermedad perteneciente al espectro del síndrome aórtico agudo1. Es una afección poco frecuente (3 casos por 100.000 personas al año)11, aunque con una elevada mortalidad a corto plazo en ausencia de tratamiento12. Tal y como ocurría en el caso de nuestro paciente, la incidencia máxima de esta enfermedad se produce en la séptima década de la vida, donde el antecedente de HTA se manifiesta en el 80 % de los casos, por lo que el control de este factor de riesgo cardiovascular es el elemento más importante para evitar su aparición13.

La disección de la aorta comienza por un despegamiento de la íntima que facilita la penetración de la sangre hacia la capa media, dividiéndola en 2 planos de forma anterógrada y retrógrada. El espacio lleno de sangre se denomina falsa luz, y puede distenderse progresivamente hasta limitar el espacio de la luz verdadera, que se manifiesta como HTA y dolor torácico súbito, típicamente irradiado a ambos brazos14.

La TAC con realce de contraste, es la prueba complementaria de elección para realizar el diagnóstico, pues alcanza una sensibilidad y especificidad de 94 y 100 % respectivamente15, aunque en nuestro caso el diagnóstico se realizó mediante aortografía, debido a la presentación clínica y electrocardiográfica, de ahí que se considerara necesario la realización de una coronariografía urgente. La aortografía es capaz de delimitar la extensión de la disección aórtica, afectación de ramas vasculares (en este caso el tronco de la coronaria izquierda) y valorar la regurgitación aórtica, pero puede generar falsos negativos por trombosis de la falsa luz u opacidad similar entre luz falsa y verdadera16. Nuestro paciente presentaba niveles elevados de dímero-D en el estudio de coagulación, que si bien no es un hallazgo específico, obliga a considerar este diagnóstico diferencial dado su potente valor predictivo negativo (93 %) en este escenario17.

La localización de la disección es de suma importancia, ya que determina los síntomas acompañantes en dependencia de su progresión, así como su pronóstico. La disección de la aorta ascendente (tipo A de Stanford) es con frecuencia letal, y tiene una mortalidad de 2 % por hora desde el inicio de los síntomas18, razón por la que se considera la intervención quirúrgica con reemplazo protésico del arco aórtico como la primera opción de tratamiento19. El riesgo de muerte aumenta en dependencia de la progresión anterógrada (afectación de troncos supraaórticos e hipoperfusión cerebral)20 o retrógrada, lo que puede ocasionar un taponamiento cardíaco por derrame pericárdico masivo o una regurgitación aórtica aguda grave por dilatación de la unión sinotubular y prolapso de los velos aórticos21. En ciertas ocasiones, tal y como sucedió en el caso clínico que presentamos, la progresión retrógrada de la disección puede involucrar el ostium de las arterias coronarias, y causar un infarto agudo de miocardio con alteraciones electrocardiográficas como las que presentamos, aunque a diferencia de este paciente, en donde se involucraba el ostium de la coronaria izquierda, en la mayoría de los casos el involucrado es el de la coronaria derecha, que simula un infarto de miocardio inferior22. En estas situaciones el intervencionismo coronario está condicionado e impedido por la dificultad de avanzar guías de angioplastia a través de la luz verdadera virtualmente colapsada23, aunque en la bibliografía podemos encontrar algún caso con resultado satisfactorio24. Tal y como ocurrió en el nuestro, el uso de tratamiento trombolítico debido al diagnóstico erróneo, se ha asociado con un empeoramiento del pronóstico y un aumento de la mortalidad a corto plazo25, en el que esta conducta terapéutica pudo ser decisiva para su fatal desenlace.

 

*SHOCK: Este término está descrito fisiopatológicamente en el DRAE con aceptable precisión. Shock debe decirse choque aunque en este caso lo aceptamos para evitar posibles ambigüedades.

 

 

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Recibido: 05 de julio de 2011

Aceptado para su publicación: 12 de agosto de 2011