CorSalud 2011;3(1)
CARDIOCENTRO "ERNESTO CHE
GUEVARA"
SANTA CLARA, VILLA CLARA, CUBA
EDITORIAL
OBESIDAD Y DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE
Por:
Francisco L. Moreno-Martínez
______________
Especialista de I y II Grados en
Cardiología. Unidad de Hemodinámica y
Cardiología Intervencionista. Cardiocentro "Ernesto Che Guevara".
Instructor. UCM-VC.
Palabras
clave: OBESIDAD OBESIDAD
ABDOMINAL INDICE DE
MASA CORPORAL ENFERMEDADES
CARDIOVASCULARES |
Key words: OBESITY OBESITY, ABDOMINAL BODY MASS INDEX CARDIOVASCULAR DISEASES |
La
obesidad es la alteración metabólica más frecuente de los seres humanos y una
de las más antiguamente referidas, ejemplo de ello es
Esta
enfermedad, importante problema de salud en los países desarrollados y en vías
de desarrollo ha alcanzado dimensiones epidemiológicas, y ha despertado el
interés de muchas especialidades médicas, debido a la negativa repercusión que
ejerce sobre todos los órganos y sistemas.
Los
trastornos cardiovasculares que pueden aparecer en las personas obesas han
dejado de ser una simple repercusión de una enfermedad sistémica sobre el corazón
para convertirse en un complejo proceso metabólico, que afecta al mencionado
órgano, los grandes vasos y todo el endotelio vascular; por eso la obesidad
constituye hoy la diana de muchas estrategias terapéuticas encaminadas a
mejorar la calidad de vida de los que la padecen. Ejemplo de ello es la
publicación de un interesante artículo sobre las alteraciones cardiovasculares
de la obesidad, que aparece en Revista Española de Cardiología, primero de una
serie dedicada a las “Enfermedades sistémicas y corazón” de la sección “Puesta
al día”2, y la
presentación de una paciente con obesidad
mórbida e hipertensión arterial, que aparece en este mismo número de CorSalud3,
donde se comenta la dificultad que el anestesiólogo enfrenta al atender a un
paciente con la forma más grave de este trastorno metabólico. Es por
ello que nos estimulamos a emitir algunos comentarios debido a la importancia
que este tema reviste.
La
obesidad puede definirse como el exceso de tejido adiposo que se produce por la
acumulación progresiva de grasa en sus reservorios, debido a un desequilibrio
de la homeostasis calórica donde la ingestión excede el gasto energético1.
López-Jiménez
y Cortés-Bergoderi<2,
plantean textual y acertadamente que “la obesidad es un factor de riesgo
cardiovascular común y frecuentemente, ignorado por los médicos”. Este último aspecto
además de real, es vergonzoso. Los profesionales de la salud debemos
sensibilizarnos aún más con este problema, debido a la asociación bien
establecida entre el exceso de grasa y la aparición de diabetes mellitus no
insulinodependiente, hipertensión arterial, dislipidemia, cardiopatía isquémica,
hipertrofia y dilatación del ventrículo izquierdo, esteatosis y lipoapoptosis cardíaca,
e insuficiencia cardíaca sistólica y diastólica1,2. Además, aumenta el riesgo del
reflujo gastroesofágico, la esteatosis hepática no alcohólica, la apnea del
sueño, la colelitiasis, el cáncer de colon y la osteoartritis1.
Estos datos
son considerados más alarmantes cuando conocemos, según Bonow y Eckel4, que las dos terceras
partes de los adultos norteamericanos están sobrepeso y más del 30 %
francamente, obesos ¿Cuál será entonces el futuro estado de salud de este y
otros grupos poblacionales con similares características?
En la
mayoría de los seres humanos, la obesidad es el reflejo de la interacción del
ambiente con el genotipo, pero cerca del 70-80 % de las variaciones en el índice
de masa corporal (IMC) es atribuible a factores genéticos, pues la herencia
influye en la distribución regional de la grasa, el índice metabólico en
reposo, los cambios en la utilización de energía como respuesta a la
sobreactividad, la función de la enzima lipoproteín lipasa y en los índices
basales de lipólisis1.
Entre los
factores clínicos que más relacionan a la obesidad con las alteraciones
cardiovasculares tenemos la edad del paciente, el tiempo de evolución y el momento
de aparición de la obesidad, los antecedentes patológicos familiares de esta afección,
la gravedad de la obesidad y la distribución regional de la grasa1,2.
Esta última constituye un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular y
muerte, independiente a la grasa corporal total, pues los pacientes con
obesidad abdominal o androide (visceral o central) son más propensos a padecer los
trastornos metabólicos mencionados, con relación a aquellos donde la grasa se
acumula fundamentalmente a nivel glúteo-femoral (obesidad ginoide)1,2,5.
Mientras
mayor sea el IMC, mayores serán la resistencia a la insulina y el riesgo de padecer
diabetes mellitus y cardiopatía isquémica1;
sin embargo, es importante repetir que la distribución regional de la grasa,
determinada por el índice cintura/cadera, es una variable más fidedigna de
riesgo cardiovascular que la grasa corporal total, calculada mediante el IMC1,2,4,5.
Conociendo
estos aspectos podemos entender por qué controlando la obesidad podemos
disminuir la aparición de complicaciones cardiovasculares.
Muy
importante es el comentario que López-Jiménez y Cortés-Bergoderi2 hacen acerca de la
paradoja de la obesidad, porque a pesar de que el conocimiento y el
perfeccionamiento profesional son crecientes, continuamos incurriendo en pobres
interpretaciones de algunos de los resultados de nuestras investigaciones.
Esta
paradoja se ha explicado de diferentes maneras, pues valores bajos del IMC se
relacionan con poca masa magra, y debido a que el IMC no puede diferenciar
entre la masa muscular y la grasa, es posible que los sujetos con enfermedad
coronaria y sobrepeso moderado u obesidad tengan más masa muscular preservada2. Una vez que el IMC llega
a valores muy altos, que reflejan mejor la adiposidad corporal, la paradoja de
la obesidad no existe2,6. La obesidad central en individuos con
enfermedad coronaria no muestra ninguna asociación paradójica, sino una
relación directa entre obesidad central y mortalidad2.
Sin
dudas, el índice cintura/cadera es más útil que el IMC en la estimación del
riesgo cardiovascular en las personas sobrepeso u obesas.
Nos
satisface que este tema se haya retomado una vez más en el ámbito cardiológico,
pues a pesar de los esfuerzos realizados en la medicina familiar y comunitaria,
se hace necesaria la contribución del nivel terciario de atención de salud. Si
muchos médicos “ignoramos” este problema, la mayoría de los pacientes con
enfermedades cardiovasculares, principalmente isquémicas, consideran a la
obesidad como un problema secundario y no se percatan de la inmensa repercusión
que esta enfermedad tiene sobre su salud.
Lo más
importante es que todos estamos conscientes de que es imprescindible modificar
los bien reconocidos factores fisiológicos, genéticos y ambientales que
contribuyen a mantener la elevada incidencia y prevalencia de obesidad. Por eso
repetimos que: “enfrentar este reto es nuestra absoluta responsabilidad”1.
Referencias
bibliográficas
1. Moreno-Martínez FL, López Bernal OJ,
Llanes Pelegrín RJ, Cepero
Franco S, Rodríguez Oliva N. Obesidad: aspectos patogénicos, alteraciones
cardiovasculares asociadas y estrategias terapéuticas. Mapfre Medicina. 2005;16(3):209-22.
2. López-Jiménez F, Cortés-Bergoderi M.
Obesidad y corazón. Rev Esp Cardiol. 2011;64(2):140-9.
3. González Martínez M, Sunderland Tallón N, García Cid S. Obesidad mórbida e
hipertensión arterial en anestesia. CorSalud [Internet]. 2011 [citado 24 Ene
2011];3(1):[aprox. 14 p.]. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/cors/sumario/2011/v3n1a11/distribucion.htm
4. Bonow RO, Eckel RH. Diet, obesity, and cardiovascular risk. N Engl J Med. 2003;348(21):2057-8.
5. Despres JP, Lemieux
I. Abdominal obesity and metabolic syndrome. Nature. 2006;444:881-7.
6. Romero-Corral A, Somers
VK, Sierra-Johnson J, Thomas RJ, Collazo-Clavell ML, Korinek J, et al. Accuracy of body
mass index in diagnosing obesity in the adult general population. Int J Obes (Lond). 2008;32:959-66.