CorSalud
2010;2(1)
CARDIOCENTRO
“ERNESTO
CHE GUEVARA”
SANTA
CLARA, VILLA CLARA
PÁGINA DEL EDITOR
JUEZ Y PARTE
EN DEFENSA DEL LENGUAJE MÉDICO
Estimados lectores:
Muchos habrán escuchado últimamente, en
disímiles escenarios científicos, mi pronunciamiento en defensa de nuestra
lengua materna, y es específico, sobre el cuidado que debemos tener todos
cuando redactamos un artículo científico, un informe, una conferencia o una
tesis.
La preocupación por estos temas lingüísticos
tiene antecedentes muy bien marcados: en los primeros años de mi vida, tuve
magníficos maestros que con magistral sabiduría supieron incentivar en mí el
respeto por las letras; después se sucedieron una serie de acontecimientos, que
de cierta forma vinieron a complementar esto, hasta que finalmente vino el
sueño, hoy hecho realidad, de crear y dirigir una revista de mi especialidad
médica: la cardiología, y por último, asumir el reto de convertirme en asesor
de una tesis de maestría, cuyo tema principal giraba, entre otros aspectos,
sobre los problemas fundamentales que aquejan hoy el lenguaje médico, que como
lenguaje especializado y científico además, debe caracterizarse por su
precisión y claridad, porque sus términos tengan claramente definido su
significado y connotación, para así evitar cualquier confusión y lograr una
comunicación universal.
Sin dudas, estas dos últimas y recientes
experiencias, han contribuido a consolidar mis criterios en lo referido a esta
importante temática, el vínculo entre la medicina y la lengua. Son muchas las
deficiencias en cuanto a esto de las que pudiera hablar en CorSalud, pero quiero detenerme, por ahora, en solo una, de la que
ya hoy puedo hablar un poco más: el uso indiscriminado de términos extranjeros
en los artículos científicos de nuestra especialidad.
Mi posición será siempre la misma que la del
personal que se encarga de la corrección lingüística de estos artículos antes
de que finalmente, salgan publicados en CorSalud:
una posición purista, o sea, evitar a toda costa los extranjerismos innecesarios
siempre que exista la más mínima posibilidad de la existencia de un término en
español. Solo que esta vez, todos de conjunto, hemos decidido aceptar a partir
de este número el anglicismo stent,
quizás por su alta frecuencia de uso entre cardiólogos y otros especialistas
afines, quizás porque no es razonable poner objeciones a un hecho consumado que
hay que aceptar como una medida práctica, que facilita la comunicación y el
progreso científico, así como el enriquecimiento lingüístico que tiene lugar
entre los diferentes idiomas.
Y por favor, que nadie me desconozca con este
pronunciamiento un tanto inusual, pues a pesar de esto no dejaré nunca de estar
en la descomunal batalla que es, sin dudas, la ferviente defensa de nuestro
idioma.
El editor
Dr.
Francisco L. Moreno-Martínez